El guerrero es libre. Pero sabe que "Horno abierto no cuece pan".
De vez en cuando se decepciona. A veces, recibe golpes.
Entonces, escucha comentarios: ""¡Qué ingenuo es!"
Pero el guerrero sabe que vale la pena. Por cada derrota, tiene dos conquistas a su favor.
Todos los que confían lo saben.
Es implacable con la traición, pero no se venga; se limita a apartar a los enemigos de su vida, sin luchar con ellos más allá del tiempo necesario.
Un guerrero no intenta parecer, él es.
Los amigos del guerrero de la luz le preguntan de dónde procede su energía. Y él les responde: "Del enemigo oculto".
Los amigos preguntan quién es.
El guerrero responde: "Alguien a quien no pudimos herir".
Puede ser un niño que lo venció en una pelea en su infancia, la noviecita que lo dejó a los once años, el profesor que le llamaba burro. Cuando está cansado, le guerrero se acuerda de que él aún no vio su coraje.
No piensa en venganza, porque el enemigo oculto no forma ya parte de su historia. Piensa solamente en mejorar su habilidad, para que sus hazañas corran por el mundo y lleguen a los oídos de quien lo hirió en el pasado.
El dolor de ayer es la fuerza del guerrero de la luz.
Un guerrero de la luz comparte con los otros lo que sabe del camino.
Quien ayuda, siempre es ayudado, y tiene que enseñar lo que aprendió. Por eso, él se sienta alrededor de la hoguera y cuenta cómo fue su día de lucha.
Un amigo le susurra: "¿Por qué revelas tan abiertamente tu estrategia? ¿No ves que actuando así corres el riesgo de tener que compartir tus conquistas con otros?"
El guerrero se limita a sonreír, sin responder. Sabe que si llegara al final de la jornada a un paraíso vacío, su lucha no habría valido la pena.
Paulo Coelho
"Dad al tonto mil inteligencias, y él no querrá sino la vuestra", dice el proverbio árabe.
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